martes, 14 de noviembre de 2023

Libros para niños y jóvenes, de autores uruguayos, que mencionan la dictadura

Este año decidí ampliar un poco mi campo de conocimiento y empecé la licenciatura en letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Udelar. 

En un momento estaba buscando maestrías en literatura infantil y juvenil, y mi querida Cómplice, sabía y sin rodeos, como siempre, me dijo "de LIJ ya sabes, hace otra cosa", cosa que confirmó mi suegra con el comentario "claro, es tu lugar seguro", bien de suegra.

Así que buscando opciones me quedé con la licenciatura en letras, mi aproximación a la LIJ ha sido siempre desde la biblioteca, es hora que busque otro enfoque complementario. 

La idea es ir cursando a medida de mis posibilidades y aquellas materias que me interesen, con mucha calma. 

Dentro de esas materias este año cursé Literatura infantil e ideología en la literatura infantil uruguaya, es un tema que me ha interesado siempre, ya había cursado en la FIC la optativa, Literatura infantil e ideología con Adriana Mora.  

Para el trabajo final de la materia decidí pasar en limpio algunas ideas sobre los libros de autores uruguayos, pensados para niños y jóvenes que mencionan algún aspecto de la dictadura. No es un trabajo exhaustivo, ni presenta un análisis literario, solamente es un listado. Incluye, brevemente, aquellos que fueron prohibidos en dictadura en Uruguay, aquellos que pudimos localizar, ya que no existen prohibiciones explicitas como en otros países, la única forma de investigar este tema en Uruguay es por testimonios.

No es un trabajo original, me basé en datos que ha recopilado mi cómplice, Rosa Paseggi y algunas columnas de Virginia Mórtola. 

Les voy a dejar acá el trabajo, por si a alguien le interesa el tema, no por estar orgullosa, por lo contrario, creo que es solo un inicio en el que hay que profundizar, hay que ser más exhaustivo, pero como no es fácil encontrar información sobres este tema creo que puede ser útil para otros.


viernes, 14 de julio de 2023

Cuentos no ofensivos para niños sensibles


Roald Dahl se convirtió en trending topic en Twitter por la decisión de la editorial Penguin's Puffins de adaptar sus obras para retirar todo el lenguaje que puede ser considerado "ofensivo" y darle un sesgo de género.

Tanto la editorial como la Roald Dahl Story Company han contado con el apoyo del colectivo Inclusive Minds, enfocado en la inclusión y diversidad, para que sus libros “puedan seguir siendo disfrutados por todos hoy". ¿Vieron que la censura siempre viene justificada? Y si es por el bien de los niños mucho mejor, aunque sean los que más pierden en este caso. Permítanme dudar de ese "todos", todos podrían disfrutar de las obras de Dahl si todos accedieran a la lectura, si hubiera bibliotecas para todos. ¿O cuándo decimos todos nos referimos a los privilegiados de siempre que tienen acceso a los libros, que pueden comprar un libro o que tuvieron la suerte de encontrarse con un buen mediador en su vida? 

La noticia dice que la editorial ha contratado a "lectores sensibles" para que realicen estás adaptaciones. Me queda la duda de qué se considera sensible, quién decide que palabras o párrafos cambiar y cuál es el límite de esa adaptación, no es solo que desaparezcan palabras como "feo" de las descripciónes de los personajes. 

Se sustituirán palabras, gordo por enorme, blanco por pálido, hombres por personas.

Cambiarán frases enteras, en Las Brujas cuando el protagonista dice que tirará del pelo a las mujeres para saber si llevan pelucas porque son brujas, su abuela le responde "No puedes andar tirando del cabello de cada dama que conoces". Con la adaptación ella le responde "Hay muchas otras razones por las que las mujeres pueden usar pelucas y ciertamente no hay nada de malo en eso".

También se sustituyen citas de Dahl a otros autores, Matilda ya no lee a Kipling, ahora lee a Jane Austen. 

¿No es lo mismo, no?

Me da la sensación de que las modificaciones van a lavar la obra de Dahl, se perderá su concepción de infancia y de LIJ. ¿Dónde está el lector implícito para quienes van dirigidas sus obras? 

En sus propias palabras "“muchos adultos pueden perturbarse con mis libros, son mayormente para niños. Los adultos no se dan cuenta de lo diferentes que son los niños a ellos. Los pequeños son más vulgares y tienen un sentido del humor más cruel 

Es verdad que cada palabra conlleva una carga ideológica, por algo Dahl puso grodo y no inmenso, blanco y no pálido. El creía que la vida de un autor era un verdadero infierno, cada día era un verdadero tormento a la espera de ideas nuevas y que dos horas de trabajo lo dejaban exhausto. ¿Pobre hombre, cuánto trabajo para que lectores sensibles quiten las palabras ofensivas de sus obras?

Estás obras ya eran clásicos, entendidos como obras que no han perdido vigencia y que aún tienen algo para decir. ¿Era necesario adaptarlas? En esta necesidad de ser políticamente correctos no sería mejor escribir libros nuevos que sean "inclusivos" y "no ofensivos" y dejarlos en el mercado junto a otras obras ya existentes y que sean los lectores que decidan que quieren leer

Nuevamente los adultos y el mercado subestimamos a los niños y jóvenes. La corrección política del momento pasa por encima del valor literario. Y cuando digo adultos digo todos, no hay inocentes, todos somos responsables padre, madre, tutor, maestro, bibliotecario, etc. Todos formamos parte del mercado, todos le exigimos a la lij, cosas que no le exijimos a la mal llamada literatura con mayúsculas. Queremos que la lij eduque a los niños, les transmita valores, les enseñe a manejar sus emociones. ¿Cuándo empezaremos a exigirle a la lij que sea ARTE con mayúsculas?

Parafraseando a Dahl ... ( ya que está permitido cambiar palabras de sus frases)

"Los censores de verdad visten ropa normal y tienen un aspecto muy parecido al de las personas normales. Viven en casas normales y hacen trabajos normales.
Por eso son tán difíciles de atrapar"

Dahl sostenía que los libros para niños deberían ser divertidos, emocionantes y maravillosos, ¿con estás adaptaciones sus obras no pierden estos atributos?

Está no es la primera vez que la obra de Dahl no pasa el filtro de la censura, sus obras ya han sido censurados por los personajes no estereotipados. ¿Cómo es posible que el papá de Matilda sea un estafador? ¿Qué las tías maltraten a James? ¿Qué la abuela de Jorge sea un personaje tan antipático?

Pero por suerte estos libros esquivaron todas estas críticas y llegaron a las manos de los lectores. El humor y el absurdo hicieron que se quedaran entre los preferidos de los niños y jóvenes.

Lo primero que pensé al leer la noticia fue pobre Roald. Pero dos segundos después me di cuenta que los perjudicados éramos los lectores, y peor aún los lectores que vendrán. Los que ya conocemos la obra o tenemos ediciones anteriores no vamos a tener problema, pero un lector nuevo que quiera acercarse a la obra de este autor ¿qué edición encontrará? ¿Llegó el momento de correr a las librerías usados por las ediciones anteriores Matilda, Las brujas, Los cretinos, etc.?

Un espacio en dónde estarán las palabras "ofensivas" serán en las bibliotecas. Tendremos que atesorar y defender esos viejos ejemplares ¿o también vendrán por ellos?

Me queda la pregunta sobre las traducciones que ya son la mirada del traductor sobre la obra del autor, ¿incluirán está nueva faceta de corrección política?

No es el primer autor que pasa por esta limpieza ideológica, pensemos en los cuentos clásicos o más acá en el tiempo en el libro Los tres Bandidos de Tomi Ungerer.

"Eran tipos terribles. A su vista, las mujeres se desmayaban de miedo, a los perros se les encogía la cola y hasta los hombres más valientes salían huyendo" (Susaeta, 1990)

"¡Eran unos tipos terribles!
Cuando ellos aparecían,
algunos se desmayaban de miedo,
los perros metían el rabo entre las piernas,
y hasta los más valientes huían." (Kalandraka, 2007)
 

¿Y por casa qué piensan del tema adaptación para que sea accesible a todos o censura?


2 de Abril, Día Internacional del libro infantil

El dos de abril se conmemora el día internacional de los libros para niños  en homenaje a el aniversario de Hans Cristian Andersen. Cada año, una sección nacional del IBBY tiene la responsabilidad del lema y el poster,  este año le tocó a Grecia el mensaje es de Yagalis Iliopoulos (con el lema «Soy un libro, léeme») y la imagen de Photini Stephanidi.

Soy un libro, léeme
Yo soy un libro.
Tú eres un libro.
Todos somos libros.
La historia que cuento es mi alma
y cada libro tiene la suya propia.
Tal vez no nos asemejemos en nada
–los hay grandes, los hay pequeños,
los hay coloridos, otros en blanco y negro,
los hay muy finos, y otros muy gruesos.
Nuestras historias serán diferentes o similares:
he aquí nuestra belleza.
Qué aburrido, si todos fuéramos iguales.
Cada uno de nosotros es único.
Y merece ser respetado,
ser leído sin prejuicios,
tener su espacio, su estante.
Puede que construyas una opinión sobre mí.
Puede que elijas cuestionar o comentar lo que lees.
Puede que me devuelvas a la biblioteca,
o tal vez quieras tenerme cerca en tu viaje.
Pero jamás permitas que me tiren
ni que me manden a cambiar de estante.
No pidas nunca que me destruyan,
ni dejes que otros lo hagan.
Y si un libro se te acerca desde otra estantería,
porque alguien o algo le empujó a ello,
hazle un hueco.
A tu lado, cabe.
Trata de sentir cómo se siente.
Compréndelo. Protégelo.
Tal vez estés en su situación mañana.
Pues eres un libro tú también.
Todos somos libros.
Vamos, dilo muy alto para que se oiga bien:
«Soy un libro, léeme». 

SOS un libro, ¿cuál es tu historia?

Pensando en el lema del año, me fijé en la cantidad de libros "humanos" tenía cerca y decidí leerlos, para poner orden les hice dos  preguntas que acceso tuvieron a los libros y lectura en sus infancias y si eso influyó de alguna manera en su "yo lector". Han salido cosas hermosas e inesperadas. Este juego no sirve para afirmar la hipótesis de acceso a la lectura en la infancia hace lectores, es un juego y carece de rigor científico de investigación. Bueno, los dejo con estos libros humanos. 

Yo lo que puedo decir es que en casa siempre habían libros y mi madre siempre que cobraba nos regalaba un libro a cada uno (mi hermano y yo). La disponibilidad de libros influyó un montón, pero en mi caso leía un montón porque no tenía casi amigos y pasábamos un montón de horas en casa solos. Comics (Asterix, Tintin), los barco de vapor, los de Enid blyton, la colección robin hood vieja de mi madre, y un largo etc. fueron mi refugio y mi escape y mi compañía. (Eugenia, bibliotecaria) 

Crecí en una familia de clase media, donde los recursos económicos siempre faltaban, no había plata para muchas cosas, pero siempre había dinero para comprar libros. Mis padres siempre disfrutaban mucho de la lectura e incentivaban a que leyéramos. A mi personalmente me resultaba más divertido hacer otras cosas antes que leer. Y mi padre en particular siempre se quejaba de lo poco que leíamos y por lo tanto de lo poco que sabíamos. Pero siempre algo leía, y cuando lo hacía, lo disfrutaba mucho. Así que, respondiendo a la pregunta, de niña accedí a la literatura infantil, creo que no me hizo una super lectora, pero si una persona curiosa y estudiosa. Cuando tengo preguntas, inquietudes, siempre busco un libro que me ayude. (Camila, ingeniería)

Cuando era niño mi padre me leía un cuento que nos resultaba muy lindo: El viaje de Tomasito y Marilú en un tren. Papá lo leía con mucha onda y nos divertíamos mucho. También él y mamá nos leían cuentos de Constancio C. Vigil: La hormiguita viajera, La moneda volvedora, Misia Pepa... A los nueve años tuve una hepatitis, en ese tiempo recetaban cama y permanecer lo más quieto posible, además de unas dietas de comida estrictas y horribles. Mi madre comenzó a leerme El principito, pero tenía que atender una casa donde ya éramos cuatro hermanos y venía a leerme una vez al día. Entonces yo hice el esfuerzo por leerlo yo, y lo terminé. Cuando vieron que había terminada el libro, de inmediato me regalaron una hermosa edición de La isla del tesoro de Stevenson: tapas duras enteladas, sobrecubierta satinada ilustrada y colorida, y unos pocos dibujos cada muchas páginas llenas de letras. Al principio me costó leerlo, pero después, la práctica hizo que las letras desaparecieran y fueran sustituidas por las imágenes y la voz de los personajes. Desde ese entonces no paré de leer, de entrar en esa dimensión paralela que es la historia que propone un libro. (Cholo, tallerista de literatura) 

De niña en mi casa siempre tuve acceso a libros infantiles. Mi hermana mayor y mi madre eran ávidas lectoras y al verlas disfrutar tanto quería imitarlas. Había libros propios de la casa que hasta hoy recuerdo su aroma y forma. Después estaban los libros que iban y venían, pues los canjeaban en librerías de Montevideo. También estaba la Biblioteca de mi ciudad que tenía una colección de literatura infantil media pobre pero igual íbamos y era una emoción sacar un libro. Creo que todo esto que viví de chica influyó en mi manera de ser lectora y de valorar la literatura. (María Pia, bibliotecaria)

De niña pequeña sólo recuerdo haber accedido a dos libros infantiles: El mono relojero y La ratita presumida. Un día, luego de buscar versiones de esa época de La ratita presumida descubrí que el libro que añoraba se llamaba La dientuda y era otro, de tapa grande azul que en mi recuerdo había confundido con la ratita presumida. Me quedaron en la memoria pero no se si podría decir que impactaron en mi gusto lector. Lo que sí recuerdo que impactó en mi deseo de leer era la enciclopedia que yo no tenía pero tenía mi vecino. Yo creía que ahí estaba todo lo que quería saber, ordenado tema por tema. Las ganas de saber me llevaron a aprender a leer muy precozmente, un par de años antes de entrar a primaria e incluso me adelantaron por eso (lo cual no resultó del todo bien después). Luego recuerdo haber leído, algo más grande, sobre los 8, 9 años, Juan Salvador Gaviota (el mayor impacto que recuerdo de esa época, no precisamente literatura nominada como infantil). También por esa época leí El principito, Mi planta de naranja lima, muchísimas Patoruzú, Patorucito e Isidoro, Los cinco secretos de Enyd Blyton, y un par de libros de Suzanne Pairault, Verónica ¿estrella de cine? y Verónica al timón. De ahí mi camino lector siguió hacia el realismo mágico, García Márquez e Isabel Allende poblaron mis lecturas en la adolescencia temprana. Sinceramente creo que el mayor impacto a mi deseo lector fue la enciclopedia de mi vecino primero y luego, mi maestra de segundo, Olga Milano, que me decía que leía tan lindo  y me hacía leer frecuentemente en clase en voz alta. (Cecilia, psicóloga) 

Cuando era niña me acuerdo de tener libros de cuentos, uno amarillo tapa dura con, el traje del emperador, la princesa y el guisante, el ruiseñor...etc
También había uno que leía reiteradamente: el lobo y los siete cabritos.
Si, definitivamente creo que eso me estimuló a leer (Virginia)

De chica acceder a los libros no era fácil, uno andaba a la caza y a la pesca de quién te prestara .Viajaba a Montevideo una vez al año a comprarlos en Tristán Narvaja para que la plata me rindiera y al volver a Tala yo era la niña más feliz del mundo con mi tesoro de papel. (Rocío, escritora) 

Recuerdo que en mi casa había tres libros, estaban en el estante más alto del mueble que albergaba la televisión, el whisky y los mejores adornos. Uno de ellos era el volumen 1 de Los miserables de Víctor Hugo y los otros dos eran dos tomos de una colección de psicología. De chiquita me gustaba bajarlos a mi altura y el que más veces agarraba era el de Victor Hugo, que tenía cuatro o cinco ilustraciones escondidas entre unas 500 páginas. Cuando crecí y aprendí a leer, pedía libros de la colección de Barco de Vapor, los rojos. Me los compraba mi madre, para ocasiones  especiales; navidad o cumpleaños. Llegué a tener tres o cuatro. Eran mi tesoro junto con las Barbies y sus muebles y vestidos. Había desarrollado una estrategia que exprimía al máximo mi suerte; como pasaba muchas horas sola en casa buscaba, en los días anteriores a esas fechas por el apartamento de un dormitorio, intentando ubicar dónde había mi madre escondido el tesoro. Era una búsqueda fácil, tenía todas las de ganar. Con mucho cuidado iba despegando el pedacito de cinta que sujetaba el pliegue del papel de regalo, para poder liberar el libro, leerlo, y devolverlo a tiempo a su envoltorio. Todo esto sin dejar rastro, para que en unos días, me sea regalado por mi madre y yo, al abrirlo, le pudiera decir: mamá, este ya lo leí, tenemos que cambiarlo. (Majo, tallerista de literatura)

Cuando era niña los cuentos me hablaron de tantos mundos extraños que cuando el tiempo pasó y me hice adulta los seguí buscando. Sigo encontrando personajes y mundos tan maravillosos que me enriquecen y me hacen muy feliz. (Patricia, integrantes de club de lectura) 

Accedí a la literatura de niñas de la mejor manera! Con el ejemplo de nuestra familia. Mi hermana mayor Rocío ya de niña (somos del interior)  viajaba a Montevideo una vez al año juntando todos sus ahorros para comprar libros viejos y usados en Tristán Narvaja. Mamá era socia de la biblioteca del anglo por ser profesora de inglés . Viendo a mamá y a Rocío disfrutar y gozar de la lectura me hizo querer ser lectora y me moldeo para toda la vida. (Marianella, bibliotecaria)

En casa no había libros pero se compraba el diario todos los días, había almanaques anuales muy viejos que habían perdido la tapa, eran grandes, muy gordo, de tapas amarillentas que contenían cuentos y almanaques del Banco de Seguros que yo leía de cabo a rabo, desde como construir una estufa hasta algún cuento. Creo que lo que más influyó para convertirme en lectora es que debido a circunstancia que no es el momento de explicar, me crié con adultos mayores, sin otros niños a mi alrededor y necesitaba un mundo donde pudiera refugiarme. (Nelín, Madre, jubilada) 

Tuve poco acceso al libro infantil, a los cuentos clásicos llegué por la oralidad. Creo que antes que a los libros llegué al cine, vi películas de Walt Disney como Fantasía. En mi casa había algunas fuentes de información, una era la historia de HD encuadernada, la breve historia del Uruguay del Hermano Damaceno. Tenía dibujos y dos figuras a todo color una de Rivera y otra de Lavalleja a página entera. Yo tenía 2 años y miraba eso. Eran mis libros infantiles, los dibujos de ese libro y el catálogo del London París que tenía fotos y dibujos. De más grande mi mamá tenía el Lazarillo de Tormes y era lo que me leía. En casa también tenía el tesoro de la juventud que leí todo y cambiaba cómics de vaqueros en el kiosko del barrio. Otra fuente de lectura durante mi infancia fue el diario El País que se compraba a diario en casa y servía después de leer para envolver la basura porque no había plástico y mientras tanto tenía muy buenos textos de los escritores que después por años han sido famosos como Carlos Maggi y Benedetti. Lo que influyó a que sea lectora es que en casa todos leían y me ofrecían lecturas como los clásicos españoles. Eso hizo que valorara la lectura. (María Alcira, Suegra, jubilada)

Soy de los 70's, considero que eso explica una escasez de libros infantiles a disposición. Recuerdo que existían, pero no abundaban y eran inaccesibles por su precio.
Estaba en constante búsqueda por encontrar una casa de canje, pero donde el kiosquero fuera permeable a venderme las revistas de superhéroes, porque ya era coleccionista desde niño y no quería dejar de tener ninguna. Cuando me llevaban al dentista en premio me regalaban un "Tintín". Y me portaba muy mal e igual me lo compraban, mi familia consideraba muy importante la lectura. "Asterix", "Iznogud", libros de manualidades "Como hacer...", luego Salgari, Asimov ("Lucky Star" es brillante), novelas de ciencia ficción fueron mi biblioteca, autogenerada en Tristán Narvaja, de libros, pero que no coinciden con el criterio de infantil que creo hoy está más establecido, quizá podría considerarse juvenil.
Destaco la revista "Patocade", y la, ya mucho más artística "Colorín colorado".
Creo que fui ese particular lector, y sigo siendo lector en la actualidad, no tanto por el acceso a los libros y el impulso familiar, sino por ser muy mal jugador de futbol (Gonzalo, informático)

Soy egocéntrica y este espacio es mío, así que voy a contar mi experiencia con libros en la infancia. En mi casa había libros, había revistas, habían padres lectores, abuelos lectores, no había plata para juguetes, ni para ropa, pero si para libros. Había mucha insistencia en la lectura, lo que hizo que yo me negara a leer. Mis hermanos si leían y mucho. Yo accedí a la tele a los 10 años, y me metí en ella con todo, era una gran consumidora de productos televisivos, pero lectura poco y nada. Hasta que a los 18 años me fui de casa y en un espacio propio y con el tiempo sin arbitrar me puse a leer. (Débora, Palabras con rulos) 

No me gusta pensar que solo teniendo acceso a la lectura de niños se logran lectores, me parece un pensamiento desesperanzado, que pasa con las personas que no tuvieron ese derecho asegurado.